Cansada se encontraba su alma de sentir que hablaba con personas, pero existía una pared que les impedía ver más allá y así tener empatía para ponerse en su lugar. En vez de enojarse, sé quedó en silencio y se apartó del ruido constante del mundo y se fue a rezar, inmerso en la naturaleza con el sonido del viento, con el hermoso amanecer que le regaló el creador un día más de renacer y una oportunidad para mejorar. Y agradeciendo a Dios por el milagro de vivir, con el sonido de los los pájaros que entonaban una hermosa melodía y con el ruido de la naturaleza que le recordaba su amor por el creador y su prioridades en la vida. Con el ruido de las olas del mar, con manejadas tuvo aprender a volver a remar en la tempestad, entendiendo que frente al adversidad no se debía rendir jamás y levantarse siempre porque debía luchar con fe y esperanza en un mundo lleno de oscuridad. Llevando la luz de Dios que en su interior está para brillar en un mundo que pide a gritos llenar un espacio vacío que sólo el creador puede ocupar, viviendo con felicidad, paz y armonía con los demás. LQM. (Sofía Costa)
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